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miércoles, 29 de mayo de 2013

El terror de los corruptos

LA GACETA/ Blesa, y antes Garzón, Urdangarín, Jordi Pujol, Baltar o Hernández Moltó han sido investigados por el sindicato, un pequeño David que pone en jaque al Goliat de la corrupción.
Sodoma y Gomorra sucumbieron a la destrucción divina muy a pesar de Abraham que, impotente, fue incapaz de encontrar en sus calles a diez hombres próvidos que albergaran en su interior el más mínimo sentido de la justicia. La justicia, paradigma de cualquier democracia, ha sido enterrada con el visto bueno de una sociedad que, de forma ciega, ha aceptado encantada la cesión de sus vidas, su libertad, su hacienda, su destino y su tiempo a los que anunciaban alegremente que “Montesquieu ha muerto”, mientras utilizan los escasos recursos para aplacar cualquier signo de vida en nuestras almas.
Pero habrá esperanza mientras existan iniciativas que, desde la sociedad civil, luchen por restablecer el orden sometiendo la política al control del ciudadano. Es el caso de Manos Limpias, sindicato que, prácticamente en solitario, se dedica desde hace dos décadas a luchar contra la corrupción, investigando numerosos affaires y llevándolos a los tribunales.
Su rostro visible es el abogado Miguel Bernad, antiguo letrado del Ayuntamiento de Madrid, que no oculta su pasado en el Frente Nacional de Blas Piñar, y que fundó el sindicato, en 1995. Desde entonces ha sido el terror de quienes tenían algo que ocultar en sus cuentas o en sus dineros, sobre todo si se trataba de gastar escapando de la fiscalización pública, o de ayudar a los amiguetes del partido.
Los medios de izquierda, como El Plural de Enric Sopena o eldiario.es de Ignacio Escolar tratan de desacreditar su labor, al recordar su pasado. Pero él responde que el partido era democráticamente legítimo, y que ahí está su labor al frente de Manos Limpias al arrojar luz sobre la corrupción y desenmascarar iniciativas antidemocráticas del poder. Por otro lado, el sindicato ha perseguido la corrupción a todos los niveles, sin importarle el signo ideológico (izquierda, derecha) de la persona investigada por prácticas irregulares.
La prueba es el centenar largo de casos anuales que investigan; que el 85% de las denuncias han sido admitidas en los tribunales, y que más de la mitad se han saldado con sentencias condenatorias. Y todo ello, gracias no a una multinacional o a un poderoso bufete internacional, sino a un modesto despacho en el que colaboran abogados de otras firmas, que con escasos medios pone toda la carne en el asador para mirar debajo de las alfombras y airear las corruptelas.
Se trata de un movimiento importado desde Italia. Allí se vivió en 1992 un macro proceso judicial bautizado como Mani pulite (Manos Limpias) y abierto por el entonces fiscal Antonio Di Pietro, quien descubrió una auténtica tela de araña que salpicaba de corrupción a la gran mayoría de formaciones de todos los espectros políticos italianos, provocando un auténtico terremoto institucional. Posteriormente, lo convirtió en partido político.
La asociación Manos Limpias pretende seguir su ejemplo en lo tocante a la lucha contra la corrupción. Amparada en la figura de la acusación popular, ha conseguido un largo historial de victorias en la lucha contra la corrupción a todos los niveles.
La corrupción, venga de donde venga 
No es de extrañar que levante recelos entre los diferentes estamentos políticos y del Estado. Pero ante las múltiples y variopintas acusaciones vertidas sobre Manos Limpias su secretario general, Miguel Bernad, niega que tras la entidad se escondan intereses económicos ocultos, a la vez que asegura que nos encontramos ante una asociación “sometida a la ley, a la Constitución y al Estado de Derecho”.
En ocasiones se ha acusado a dicha organización de perseguir determinados fines ideológicos cercanos a la extrema derecha, detalle que para Miguel Bernad “ya ni siquiera vende”, a la vez que asegura que es “rotundamente falso”.
Sus objetivos los expone con total claridad: “la lucha contra la corrupción venga de donde venga: partidos políticos, jueces, sindicatos, patronal o sector financiero. Manos Limpias es una asociación de espíritu constitucionalista al servicio de la sociedad civil”.
Y desde luego, hoja de servicio es algo que, precisamente, no le falta. Ahí queda la condena al ex presidente del Parlamento vasco, Juan María Atutxa, acusado de un delito de desobediencia al negarse a disolver Sozialista Abertxaleak tras la ilegalización de Batasuna en 2003. O la caída del todopoderoso Baltasar Garzón, que pasó de ostentar el estrellato en la judicatura al absoluto destierro tras la suspensión que terminó con su carrera tras demostrarse su actitud prevaricadora.
Éxitos judiciales que han puesto fin a años de abusos pero que no habrían sido posibles sin la participación de Manos Limpias como parte acusadora. Acciones que se extienden a múltiples casos de corrupción, como la trama de los EREs en la Junta de Andalucía; al caso Urdangarín; a la declaración soberanista del Parlamento catalán; a la red de enchufados de José Luis Baltar en la Diputación de Orense; a las irregularidades que le costaron la vida a cinco jóvenes en el Madrid Arena o en los casos de corrupción perpetrados por uno de los hijos del molt honorable, Jordi Pujol Ferrusola.
También se ha personado contra clínicas abortistas que hacen de la muerte indiscriminada del más inocente un negocio; o en el caso de Caja Castilla-La Mancha y la más que irregular gestión de su ex presidente, Juan Pedro Hernández Moltó o en la estafa de las preferentes, entre muchos otros escándalos.
Las presiones de Gallardón
En los últimos días hemos asistido a la detención y encarcelación del ex presidente de Caja Madrid (ahora Bankia), Miguel Blesa. Se trata de la primera detención de un banquero en veinte años motivada por su gestión en la compra del City Bank of Florida, repleta de irregularidades para eludir los controles de la Consejería de economía. Una verdad que conocemos gracias a la maquinaria judicial que Manos Limpias ha puesto en marcha. Pero, como en muchos otros casos, con más de una traba en el camino.
Por un lado, el sindicato Comisiones Obreras, una de las grandes centrales verticales y de clase, ha dejado de lado a la sufrida clase trabajadora y, olvidando a los estafados por las preferentes, se ha posicionado a favor del banquero, criticando en público su detención. Una actitud que Miguel Bernad ha calificado como “vergonzosa” y que demuestra que “sindicatos y patronal al final sólo se deben a su capo, en este caso, a Miguel Blesa”.
Y a la peregrina posición de CCOO se une el ministro de Justicia, Alberto Ruiz Gallardón, quien “ha tomado parte en el caso”. Así lo asegura el secretario general de Manos Limpias a ÉPOCA al asegurar que Gallardón “es amigo de Blesa”, por lo que “ha utilizado la Fiscalía para mover hilos y así beneficiar al ex presidente de Caja Madrid”. Aunque Bernad señala que “por suerte el juzgado de instrucción número 9, encargado del caso, es totalmente independiente y no se deja amedrentar por la presión del ministro”.
Por desgracia, hemos asumido con total normalidad que jueces y fiscales se vean sometidos a todo tipo de presiones y control por parte de nuestra clase política.
Zapaterazo
Eso explica que los Gobiernos se fíen poco de un sindicato que se dedica a husmear en las bodegas del poder y que deja en evidencia a ediles, consejeros, o dirigentes políticos, empresariales y financieros.
En la última legislatura de Zapatero el entonces Gobierno socialista intentó asestar un rejonazo mortal a Manos Limpias con una iniciativa que pretendía conseguir, a través del Tribunal Constitucional, la suspensión de la acusación popular en los procesos penales, limitando las actuaciones a la Fiscalía (el Gobierno) o a las partes afectadas. Fue un intento de acabar con una instancia sumamente incómoda. Pero no le salió bien a los socialistas.
Las presiones a los miembros del Alto Tribunal fueron intensas. El objetivo del Ejecutivo pasaba por evitar la suspensión a Garzón y, de esta forma, asegurarse que el caso ‘Faisán’ seguiría durmiendo en el sueño de los justos (algo de lo que ya se ha encargado el actual Gobierno del Partido Popular). A la vista está que la operación cosechó un rotundo fracaso para esperanza de exigua democracia.
Gracias a Manos Limpias, más tarde o temprano, termina por imponerse el imperio de la ley a los que acostumbran a navegar por esferas de impunidad, devolviendo a la justicia su necesario papel como herramienta de control en la democracia. Manos Limpias ha logrado demostrar que la verdadera regeneración surgirá de la sociedad civil, de ese Tercer Estado que, como afirmaba Sieyès, hasta ahora no ha sido nada pero aspira a ser algo.

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